Si querés conocer la historia del origen de esta sección que he decidido llamar “Concisa, Natalia” en honor al Director de cierta empresa en la que trabajé hasta no hace mucho tiempo, podés hacer click acá.
¿Por qué trascendencia?
Muchos años atrás, cuando abrí mi cuenta de Facebook, entre toda la información solicitada para completar el perfil se incluía también un espacio para una presentación. Un espacio chiquito, sólo 101 caracteres y la siguiente consigna:
Puedes agregar una breve presentación, tu frase favorita o qué te hace feliz para que los demás sepan más sobre ti.
Podría haber escrito: “Cuando estás conectada con lo que te hace feliz, brillas”.
Pero en cambio yo escribí: “Trascender, esa es la cuestión. En el sistema kantiano, traspasar los límites de la experiencia posible” (y como los caracteres nunca son suficientes para lo que necesito expresar, tuve que abreviar “sistema”).
No recuerdo de dónde saqué esa frase, pero puedo recordar a la perfección mi temprana obsesión con la trascendencia.
14 años después de haber abierto esa cuenta y de haber escrito esa presentación, mi yo demasiado profunda y un poco rebuscada de 26 años me obliga a volver a investigar a Kant, a tratar de entender de dónde saqué esa frase y especialmente, qué significó para mí en ese momento.
Immanuel Kant fue un filósofo prusiano de la Ilustración nacido en 1724. Fue el primero y más importante representante del criticismo y precursor del idealismo alemán. (Wikipedia)
Resulta que Kant fue el precursor de una corriente llamada “Idealismo trascendental” en la que postuló algunas cuestiones relacionadas con el conocimiento y la trascendencia:
A los ojos de Kant, todo lo que rebasa los límites del conocimiento experimental (todo aquello en lo que no intervenga la experiencia) es trascendente.
Entendiendo al término trascender como “traspasar”, aquello que se encuentra más allá de los límites de la conciencia y del conocimiento, como pueden ser el tiempo, el espacio, la causalidad, la necesidad y otras categorías y principios de la lógica sin las cuales –de acuerdo con las concepciones idealistas de Kant– son imposibles la experiencia y el conocimiento1.
Por otro lado, vale la pena también revisar el significado más convencional de la trascendencia. Wikipedia nos dice que:
“Trascendencia indica la idea de sobrepasar o superar. Es lo que está más allá de lo perceptible y de las posibilidades de lo que puede ser comprendido”.
Sí, yo quería superar mis propias posibilidades. Sobrepasar. Ir más allá. ¿De qué?
Buena pregunta. Pero Kant nos da buenas pistas: el tiempo, el espacio, la necesidad.
La causalidad.
Pasaron los años y empecé a escribir. Y otros conceptos, además de la trascendencia, comenzaron a ocupar mis pensamientos y mi escritura: la felicidad, el éxito, la realización, la vocación. Y algunas preguntas también: ¿para qué vinimos al mundo? ¿a hacer qué, a lograr qué?
Yo elaboraba ideas, teorías. Analizaba cómo mi vida giraba alrededor de estos temas. Evaluaba escenarios y definiciones. Intentaba entender cómo estos conceptos nos moldean y hasta qué punto determinan nuestras vidas y elecciones.
Pero no sólo pensaba y escribía sobre todo esto, también me dediqué a preguntar a todo aquél que se me cruzaba sobre la felicidad, la trascendencia y la vocación. Hasta que en una de estas charlas un amigo me devolvió el golpe con una pregunta muy concisa: ¿Qué es el éxito para Natalia?.
Y ahí tuve que pedir que paren las rotativas. Sabía que me enfrentaba a uno de esos momentos en que no podía ser “Concisa, Natalia”. Y no solamente eso. En este caso no me alcanzaba con pedir un par de horas para pensar bien mi respuesta.
Necesitaba frenar, ordenarme y dibujar.
Necesitaba un modelo.
1. Éxito y felicidad
¿Qué es el éxito?
Si vamos a lo estrictamente etimológico:
la palabra éxito viene del latín, de exitus. Significa salida, fin, término. Se trata del resultado, lo que hay al final de una acción, de un proyecto, de una vida.2
Y yo podría agregar “lo que hay al final de un proceso”.
Tiene una connotación positiva: para que el resultado sea un éxito tiene que ser bueno, porque si no lo es, existe otra palabra, el fracaso.3
De esta manera podemos considerar al “éxito” como el output (salida) de un proceso que puede ser un proyecto, un negocio, una carrera… una vida.
Y como todo proceso, debe tener un input (recurso de entrada). Estos inputs pueden ser amplios, pero podría resumirlos en los siguientes: visión, ideales, ambición, objetivos, aspiraciones, deseos.
Incluso sueños.
Durante el proceso se aplicará trabajo, capacidad, dedicación y cualquier tipo de esfuerzo que esta transformación nos requiera.
Al final obtendremos un resultado. Y si el resultado es positivo habremos alcanzado el éxito:
¿Y alcanzar el éxito implica alcanzar también la felicidad?
Depende.
Aristóteles decía que los seres humanos tienden, por naturaleza, a la felicidad. Pero también agregó que para alcanzar la verdadera felicidad el ser humano necesita basar su vida en acciones virtuosas, sustentadas en la justicia y la razón4.
Aristóteles fue un importante filósofo griego nacido en el año 384 aC en la ciudad de Estagira, en el noreste de Grecia. Sus estudios abarcaron desde el conocimiento de la ética y la política hasta el sueño, la verdad y la formación de ideas. En su libro Ética a Nicómaco, el pensador también abordó qué es la felicidad y cómo alcanzarla.5
Podemos entender entonces que la felicidad, al menos la verdadera, debe ser alcanzada en un contexto de virtuosismo, integridad y legitimidad y debe cumplir con ciertas condiciones y parámetros.
Si vamos a la definición más general y mundana, Wikipedia nos dice que:
la felicidad es una emoción o estado de ánimo que experimenta un ser consciente cuando llega a un momento de conformación, bienestar o se han conseguido ciertos objetivos deseables para el individuo consciente.
En este punto me atrevo a agregar algunas características:
La felicidad por su propia naturaleza es transitoria, pasajera.
Posee orígenes casi infinitos.
También es democrática.
Hay pocos mandatos respecto a la felicidad. Respecto a sus orígenes, motivos o detonantes… poca gente se atreve a discutir o a refutar lo que a mí me provoca felicidad. Por muy pequeño que sea, por muy insignificante. Por muy simple o rebuscado.
Por muy sofisticado o absurdo.
En conclusión, todos podemos estar más o menos de acuerdo en que la felicidad tiene diversos orígenes, que no es un estado “permanente” y que está relacionada con el placer, con la alegría, la dicha y la prosperidad.
Pero volvamos al éxito. Desde ya no tan democrático como la felicidad.
El concepto de éxito carga con más “mandatos”:
Existen ciertos parámetros un poco más rígidos que lo definen. Sigue siendo amplio, pero no tanto como la felicidad.
Es un concepto o una idea que está muy influida por el entorno y que adicionalmente puede llegar a variar muy específicamente de acuerdo al género. Muchas sociedades dictaminan qué implica ser exitoso o exitosa para hombres y mujeres respectivamente.
Y el éxito también puede llegar a ser una herramienta en varios sentidos:
Nos sirve de brújula, nos marca el norte, el destino.
Sirve como elemento de comparación entre los resultados de dos (o más) seres humanos.
En tanto lo usemos como brújula personal, siempre habrá dos fuerzas que pueden llegar a entrar en pugna. Estas fuerzas son mi propio concepto de éxito y el concepto “social” de éxito. Y la brecha entre ambas terminará definiendo el tamaño del conflicto entre lo que se espera de mí y lo que yo espero de mí.
Resolver este conflicto dependerá de que podamos identificar a tiempo estas sutiles diferencias. Y de que tengamos la valentía de tomar ciertas decisiones.
Por último, el éxito también sirve como “arma de comparación”. Si bien no es posible asignarle algún tipo de indicador numérico, el éxito suele ser usado como unidad de medida para poner nuestra vida al lado de cualquier otra vida y sacar conclusiones.
Muy a menudo apresuradas y erradas, claro está.
Pero el éxito no deja de ser objeto de medición para confrontar variables imposibles de comparar. Por sus circunstancias, contexto, orígenes, destinos y/o aspiraciones.
¿Quién se atreve a comparar dos almas y sacar alguna conclusión respecto al éxito de cada una de ellas?
Dos historias, dos mitologías personales. Dos vidas con todo lo que cada una de ellas arrastra. Con mochilas imposibles de medir, de sopesar. Con anhelos, delirios, ideas, penas y dolores.
Pues lo hacemos todo el tiempo.
Incluso con nosotros mismos versus la vecina, versus mis compañeros de trabajo. Versus mis amigas. Las amigas de mis amigas. Mis hermanas, primos.
Y con cualquiera que se me cruce en el feed de Instagram.
Nosotros versus cada ser humano que ha pisado la tierra.
Quizás porque nuestro entendimiento del mundo está atado a valores, cifras, mediciones y paralelismos.
Quizás porque muy en el fondo, somos masoquistas.
¿Y cómo se relacionan el éxito y la felicidad?
Volvamos a Aristóteles y al contexto que plantea para alcanzar la felicidad verdadera. Un contexto determinado por condiciones y parámetros de virtuosismo, integridad y legitimidad.
Lo que me interesa analizar en este punto son las circunstancias en que el éxito, en tanto resultado positivo de un proceso, será generador de felicidad.
Esto implicará que cada parte del proceso del éxito (inputs, esfuerzo y outputs) deberá contar con ciertas características:
Virtuosismo e integridad: entendiendo estos conceptos como buena fe, ética, justicia, legalidad, moralidad.
Y legitimidad: cada componente del proceso deberá ser cierto, genuino y verdadero.
¿Y qué pasa si las condiciones que plantea Aristóteles no están dadas?
Tendríamos éxito pero sin felicidad:
Un éxito no interiorizado por causa de la ilegitimidad de las condiciones que nos llevaron a alcanzar ese éxito.
Llegamos al final del camino con un resultado positivo pero alcanzado a partir de condiciones erróneas, vergonzosas, heredadas, impuestas, vacías.
Llegamos a experimentar un éxito vacío de felicidad, de logro, de orgullo. No importa cuánto nos palmeen la espalda y nos envidien. Ese éxito no es legítimo.
Es un éxito vacío.
Pero éxito al fin.
Fin parte 1
Este Modelo continúa con 3 partes más que podés encontrar acá: para la Parte 2 podés hacer click acá. Para la Parte 3 click acá. Y para la Parte 4 con la tan ansiada respuesta, click acá.
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Yo a veces fracaso con todo éxito 🤣
Mi parte preferida...." En tanto lo usemos como brújula personal, siempre habrá dos fuerzas que pueden llegar a entrar en pugna. Estas fuerzas son mi propio concepto de éxito y el concepto “social” de éxito. Y la brecha entre ambas terminará definiendo el tamaño del conflicto entre lo que se espera de mí y lo que yo espero de mí"
👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻
Genia total